CARTA AL SEXO

9 de agosto de 2020

Estimado sexo:

Ayer fue el Día Mundial del Orgasmo Femenino y muchas mujeres compartieron su historia con vos. Nuestra historia es larga y empieza a muy temprana edad. A los 10 años vi pornografía por primera vez. No entendía qué estaba viendo o por qué sentía "ganas de ir al baño" luego de mirarla un rato. Tuve acceso a la pornografía antes de aprender sobre los sistemas reproductores en sexto grado. Y, por supuesto, mucho antes de la clase de educación sexual (católica) de tercer año.

A los 12 años entendí lo que veía en los videos y empecé a masturbarme. No sé si los copiaba o cómo fue que adiviné cómo tenía que tocarme, capaz simplemente fui probando. Llegué a hartarme de que las escenas de sexo oral masculino durasen 10 minutos o más. "¿Esto es lo que les gusta? ¿Esto voy a tener que hacer para que no me dejen?", pensé. Después de todo, los varones se la pasaban hablando de pornografía y de lo mucho que se masturbaban mirándola. Si quería gustarles tenía que hacer lo que les gustaba. No consideré a las mujeres como posibles parejas sexuales hasta los 17 años.

Por supuesto que las adolescentes negábamos masturbarnos, así que solo me informaba por Internet. Eso me llevó a querer alcanzar una especie de "resistencia" para tener muchos orgasmos en un solo encuentro. Por ellos también, porque parecía que les gustaban las chicas a las que les gustaba el sexo. Entonces tenía que gustarme.

Te imaginarás por qué todo salió como salió cuando estuve con otros. Por un lado, fui el colmo de la mujer empoderada: me masturbaba siempre durante la penetración porque no podía acabar de otra forma así que me hacía cargo de mi orgasmo y, por otro lado, tenía que acabar sí o sí antes de la penetración para que él se sintiera un crack. Bajo la idea de que para gustar tenía que hacer lo que yo suponía —a partir de lo que había visto y aprendido a nivel social— que a ellos les gustaba accedí a muchas prácticas solo por complacer. Total, era un ratito hasta que acabara y yo quedaba como "la mejor novia". Aún así no podía fingir por tanto tiempo y cuando comunicaba lo que me pasaba, me preguntaban por qué no se los había dicho antes y que no tenía que hacer cosas que no quisiera. Pero yo no quería ser la "mala mujer", la "frígida", la "ortiva" que no estaba dispuesta a probar cosas nuevas o que rechazaba prácticas sin haberlas realizado antes. No quería que me dejaran por no coger como ellos querían o que se buscaran a otra para hacer lo que conmigo no podían. La sexualidad es complicada, más en un contexto patriarcal y pornificado.

Me estoy olvidando de una joyita de nuestra relación: ¿te acordás de la confesión que tuve que hacer antes de confirmarme en la Iglesia Inmaculada? (Sí, sigo confirmada, hace un montón quiero hacer la apostasía y siempre cuelgo) Cómo olvidarme de cuando el cura me dijo que el hecho de que yo me sintiera avergonzada después de masturbarme era señal de que estaba cometiendo un pecado. Nunca parar a analizar dos segundos que las mujeres aprendemos a avergonzarnos de nuestro deseo, de nuestros límites y de nuestras decisiones.

Voy cinco párrafos y recién ahora voy a hablar de mi deseo. Creo que eso resume bastante bien la educación sexual a la que accedemos las mujeres. La verdad es que no me conecté con mi deseo realmente hasta hace muy poco. Cuando empecé a relacionarme sexualmente con otra mujer los mandatos sexistas me seguían condicionando. Me llevó un tiempo trabajar que el orgasmo no es el objetivo del sexo, el placer lo es; que siempre, siempre, siempre se puede decir que no, parar en cualquier momento o manifestar que no me siento cómoda y que ninguna de esas tres cosas justifica que la otra persona se enoje conmigo. ¿Se acuerdan de los últimos párrafos de "Lo personal es político"? Bueno, me sorprendía que la mujer con la que estaba fuera comprensiva y no se enojara ni me exigiera cosas. Aprendí a no sentirme en deuda por desnudarme adelante de alguien más.

Pero, pero, pero aparecieron otras inseguridades y ansiedades producto de estereotipos sociales: el sexo lésbico es el mejor y las mujeres siempre acaban. Es decir, si no la hacía acabar era una fracasada. ¡Imaginate mi ansiedad! La autoexigencia estaba a full. Lo traté en terapia y todo (aguante ir a la psicóloga). Hoy sé que el sexo lésbico es maravilloso pero no porque siempre acabes (reitero que es un estereotipo), sino por la libertad, la comprensión y el cariño mutuo. Nada se da por supuesto y las dos entendemos la relación compleja que tenemos con la sexualidad por ser mujeres. O tal vez solo tuve suerte de encontrarme con una mujer que siempre respetó mi tiempo e intentó comprender mi psiquis. No debería ser cuestión de "suerte".

Ya quiero volver a compartirte,

Maira.

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