MEDUSA CARNÍVORA



Ilustración de Eloso. Instagram: @elosoogr, Facebook: Dibujos de Eloso.

Sol se arrodilló para trasplantar los pensamientos que había comprado el día anterior, pero cuando intentó hundir su palita de jardín en la tierra del cantero escuchó un grito y retrocedió de inmediato. Como no podía ver quién estaba frente a ella debido a su ceguera, agarró la tijera de podar que tenía al lado con la intención de defenderse con ella.

— ¿Quién sos y por qué estás en mi patio? —exigió saber Sol. 

— ¡No me mires! — le advirtió Medusa asustada y con los ojos cerrados. Sol rió.

— Aunque quisiera hacerlo, no podría. ¿Por qué no querés que te mire? ¿Estás bien? —Sol aún no bajaba la tijera, pero la exigencia la preocupó un poco.

— ¿No podés verme? —preguntó Medusa sorprendida y abriendo los ojos. Era la primera vez en mucho tiempo que podía la cara de una persona sin miedo a convertirla en arbusto humano.

— No, desde que nací que no puedo ver nada de lo que me rodea. Pero eso no importa ahora, ¿qué haces en mi patio? ¿Por qué te preocupa que te vea? ¿Estás lastimada o algo así?

Medusa miró su cuerpo desnudo, se había acostumbrado a verse así. La ventaja de vivir de jardín en jardín era que su piel verde se camuflaba con las plantas y no tenía que vestirse. Si el calor del sol no la hubiera adormilado ese día, podría haber cambiado de casa antes de que esa mujer la encontrara. ¿Cómo saber si estaba lastimada si hace semanas ella misma evadía responderse esa pregunta?

— No, no estoy físicamente lastimada, pero hace mucho que estoy huyendo de alguien que me lastimó. Los jardines son mi lugar favorito para esconderme.

— ¿Y vivís en jardines? ¿No comés nada? —preguntó Sol curiosa, de a poco bajaba la tijera de podar. Medusa rió un poco.

— En los jardines está todo lo que necesito para sobrevivir, ¿puedo agarrarte la mano y mostrarte?

Sol asintió intrigada a pesar de haber conocido a esa voz hacía tan solo unos minutos. Medusa tomó su mano y la guió a su pelo. La jardinera sintió los tallos que formaban el cabello de la desconocida y cuando llegó al final de ellos se encontró con plantas carnívoras.

— No puede ser —susurró Sol incrédula —¿Puedo... sentir tu cara con mis manos?

La mujer-planta guió las dos manos de Sol a su rostro humano y ella se tomó su tiempo para recorrerlo.

— Es increíble, ¿todo tu cuerpo es así? —preguntó sin pudor la apasionada por las plantas. Medusa se rió por su atrevimiento.

— Sí, todo mi cuerpo. Antes no era así, pero ya me acostumbré. Tiene sus ventajas, ya no gasto en comida o alojamiento.

— ¿Antes no...? Y te preocupaba que yo te... ¡No puede ser! ¡Sos como la del mito!

— ¿Medusa la del mito griego? Podría decirse, sí, solo que una versión más amistosa con el ambiente.

Ambas rieron por la ocurrencia. Sol no quería que ella se fuera, hacía mucho que no tenía compañía y ella necesitaba ocultarse.

— Después del incidente me adueñé de su nombre porque me pareció lo más oportuno, además de que no tuve mucho tiempo para decidirlo —le contó Medusa bajando el tono de su voz al final de la oración.

— ¿Te pasó lo mismo que a ella? —preguntó Sol.

— Sí, pero no quiero hablar de eso en una mañana tan linda como hoy. Creo que podría ayudarte con esos pensamientos.

Medusa salió del cantero y las dos se dispusieron a trasplantar las flores. Pasaron el resto del día en el patio: almorzaron y merendaron allí. O, al menos Sol almorzó y almorzó mientras la mujer-planta tomaba agua y luz solar y cada tanto alguno de sus cabellos atrapaba un insecto. Cuando la jardinera finalizó su té se sentaron en la hierba, a la sombra de un árbol y Medusa se dedicó a observar a la mujer que tan gentilmente la había recibido. Tenía el pelo negro corto, una camisa azul y unos pantalones beige. Una sonrisa adornaba su cara mientras sentía la brisa de verano en ella. Era preciosa.

— No creas que no siento tu mirada fija en mí, estaré ciega pero tonta no soy —bromeó Sol.

— Perdón —se disculpó una avergonzada Medusa.

— ¿Por qué? ¿Por tener buen gusto? 

Ambas rieron y se recostaron en el pasto para disfrutar de lo que quedaba de la tarde. El último pensamiento que cruzó su mente antes de dormirse al calor de(l) Sol fue lo mucho que deseaba que ese momento fuera eterno.

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