CLASE 3 del Taller de Poesía de @poesiaconurbana (IG)
Memoria y vida
Ella se acuerda de quién era. Solo compartieron
algunos días en aquella habitación oscura y húmeda antes de que se la llevaran
para siempre, pero ella se acuerda de quién era. Recuerda cómo se aferraba a lo
que conocía de sí misma para sobrevivir a la tortura y las violaciones. En su
memoria viven sus historias, en su memoria vive. Se acuerda de que era maestra
jardinera, que tenía 28 años y que quería conocer el Sur de Argentina.
—
Vas a ir al Sur, vas a ver que vamos a salir de acá y vas a viajar — se acuerda de haberle dicho.
Tenía un tatuaje en la cintura y el
primer día tenía el pelo corto, por los hombros. Al segundo día se lo habían
rapado, igual que a todas. Se acuerda de consolarla entre sus brazos mientras
le recitaba poesías que se sabía de memoria hasta que se dormía por el
cansancio. Solo se tenían a ellas mismas y a esa habitación sucia. Se acuerda
porque por algunos días se mantuvieron vivas. Ninguna de las dos mencionó nunca
a su familia, dolía tanto hablar en voz alta de aquellas personas que solo se
atrevían a pensarlas.
—
¿De verdad creés que voy a salir de acá y que voy a poder viajar? — le preguntó Luna la última noche.
—
Sí, estoy segura — le mintió Agustina.
A la mañana siguiente Luna no volvió
y Agustina se prometió que viviría para siempre en su memoria. Cuarenta años
más tarde, desde una cabaña en El Chaltén, ella todavía se acuerda de la mujer que la mantuvo con esperanza.
CARTA DE AMOR
Febrero de dos mil veintiuno
Mi amorcita,
Me rodea el producto de nuestro amor creativo, ese mundo aparte que fabricamos con la ingenuidad de dos niñas que ignoran la maldad y las mentiras. Los cuadernos que desbordan relatos, collages y poemas, los libros con mis historias favoritas y las fotografías en las paredes que capturan los momentos en que estuvimos cerca agrandando nuestro espacio.
¿Qué rastros de este amor creativo te rodean en tu cotidianidad? ¿Si mirás las paredes de tu alrededor te acordás de mi ansiosa existencia? ¿Pensás en mí cuando ves una bolsa de papas fritas? ¿Recordás mis caricias al pintarte los labios? ¿Se te vienen a la mente mis chistes y mis críticas en cualquier momento del día? ¿Qué significa Marvel para vos ahora que somos novias? ¿En qué pensás cuando musicalizás tu día con nuestras playlists? ¿Extrañas mi atenta mirada cuando te escucho hablar de cine, fotografía, comunicación y feminismo?
Yo pienso en todo esto y en nuestro futuro. En una casita con un patio, plantas y muchas gatitas. Imagino el silencio de la comodidad de dos mujeres que se aman en un mundo que les enseñó a odiarse. Ansío los debates teóricos inesperados y me angustia la distancia que resultará de la rutina. Elijo pensar en la versión perfecta de nuestro futuro, aunque sé que –solo en este caso– la realidad será mejor que la ilusión. En mi mente no te puedo tocar, saborear, sentir, acariciar, observar, admirar, abrazar, escuchar. En mí vive tu recuerdo, pero yo quiero tu presente. Nuestro presente lleno de primeras veces, risas y errores.
Así que, contame, ¿en qué pensás cuando me despierto en vos?
Tu
amorcita,
Maira.
CARTA DE DESPEDIDA
Febrero de dos mil veintiuno
Abuelo,
Nunca te conocí realmente porque al comprender la muerte me alejé de ustedes. En mi mente era lo más eficiente hasta que no tuve una razón para llorar en tu funeral y la angustia ajena me desbordó. Me cuidaste cuando me sacaron las amígdalas y no podía ir al colegio. A veces hasta me ibas a buscar en bicicleta. Pero la abuela te responsabiliza por perder su oportunidad de estudiar y ser trabajadora social. Te echa la culpa a vos y a sus cinco hijos, aunque ahora que puede tampoco lo hace. ¿La podrías alentar desde donde sea que estés a ser lo que siempre ignoró ser? Porque te culpa, pero te extraña. Los responsabiliza, pero los quiere cerca.
Nunca tuvimos una relación muy cercana, moriste cuando tenía dieciséis años y empezaba mi primer noviazgo heterosexual. No sé quién sos ni qué te gustaba o qué odiabas. No te pregunté por tu vida en España ni por tus conocimientos sobre la política española. No indagué en la razón que te llevó a casarte con una joven de diecinueve años y a tener cuatro hijos y una hija con ella. Tal vez porque ya conocía la respuesta y no quería escucharla. Tal vez porque asumía conocerla.
Nunca me despedí de vos y moriste acá, en Burzaco, y seguís acá, en la Iglesia Inmaculada. No estabas ni estás lejos, pero nunca te dije adiós porque ¿cómo me voy a despedir de un desconocido?
Esperaba conocerte cuando tus cenizas se unieron a las del resto de los creyentes y ahí un poco te encontré. Estabas en el amor y en las historias de mi familia. Tal vez nunca me despedí de vos porque todavía no te fuiste.
Tu
nieta,
Maira.
CARTA DE PERDÓN
Febrero de dos mil veintiuno
Maira interna,
Perdón por asociar el deber con el deseo y la aprobación con el amor, por no darme cuenta que tengo que no es lo mismo que deseo que. Perdón por dudar de tu sabiduría instintiva en los momentos límite en los que querías escapar y no te lo permití porque no tenía sentido. A veces el amor propio no entiende de sentido común. No es sano ignorar nuestras pasiones y perseguir lo que pensamos que es el éxito porque cuando llegamos se siente vacío. Perdón por ignorar nuestro deseo y meternos en relaciones solo porque el otro parecía decente, así que ¿por qué no darle una oportunidad… de más de un año de duración?
Disculpame
por no valorarnos, por no entender que somos importantes, que nuestro deseo no
es un capricho y que nuestras necesidades emocionales son señales de humanidad.
No confiar en vos solo provocó que me perdiera en los espirales del deseo y el
capricho ajenos. Buscar porqués afuera cuando el único válido está adentro porque no quiero tampoco tenía
mucho sentido.
Yo elijo perdonarme y centrarme en mis elecciones presentes, ¿vos podrás perdonarme si te prometo abrazar mis deseos, mis pasiones, mi felicidad y mis límites? ¿Si te prometo aferrarme a vos?
Atentamente,
La que toma las decisiones.
CRÓNICA POÉTICA
Dos sesenta y seis
A las seis de la tarde volví
a subirme al dos sesenta y seis por vos,
volví
a reacomodar mi vida a tu voluntad
por
última vez volví a centrarte
y me desplacé solo para dejarte lugar.
Me
senté y ya sabía qué te iba a decir,
lo
había comprobado:
estar
sin vos significaba estar conmigo
estar sin vos me liberaba.
A las seis y cuarto bajé del dos sesenta y seis por mí,
por
mi bienestar,
por
mi salud mental,
por mi felicidad.
Por
última vez caminé por las calles de tierra de Ministro Rivadavia,
repasando
en mi mente cómo te lo quería decir,
qué
no quería hacer
y por qué.
Vos
ya lo sabías,
sin
embargo lloraste
y
me insististe,
me abrazaste intentando hacerme sentir.
Desde el último domingo que elegías ignorar que ya no
sentía,
que solo aguantaba.
Ese día de junio de dos mil diecinueve nos
acostamos por última vez,
tus
lágrimas seguían mojando tu cara
pero ya no me conmovías
y no cedí.
Por
primera vez, elegí no ceder
y me sentí mal,
así
de rota estaba:
me sentí mal por elegirme.
A las ocho la
oscuridad fue mi excusa
y
con el dos sesenta y seis de testigo
nos
despedimos
y me subí.
Meses
después me enteraría
que esa noche te fuiste pedaleando,
con
las lágrimas todavía frescas,
a
encontrarte con ella.
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