CAPITANA DEL CONURBANO

Como siempre, la Costera estaba tardando una eternidad. Tendría que haberme tomado el tren hasta Lomas. Di un sorbo al vaso térmico que tenía lleno de café mientras repasaba mentalmente los temas del final al ritmo de canciones sin letra para evitar distraerme. El café se sumaba a las tres bebidas energéticas que había tomado durante la noche. Ayer llegué tarde de trabajar por un problema con una clienta y no me quedó otra que repasar toda la noche. Soy bastante consciente de lo mal que le estaba haciendo a mi cuerpo: la combinación de bebidas energéticas, café y la falta de descanso no podía traer nada bueno.

El bendito colectivo dobló en Espora y me tomé de un sorbo la mitad del café que quedaba. Apenas puse un pie en la Costera me empecé a sentir enferma. Como habían venido dos juntas pude sentarme y pasarla mal oculta en la oscuridad de la madrugada sin llamar demasiado la atención. Mi panza me estaba odiando y me lo hacía saber. Yo solo podía pensar en aguantar el viaje de treinta minutos hasta la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y resolver qué hacer al llegar. No terminé de evaluar mis posibilidades que me desmayé.

Cuando abrí los ojos no sabía dónde estaba, no reconocía la ruta que veía por la ventanilla. Enseguida supe que me había pasado de mi parada y me desesperé. Pensé en el final y saqué mi celular para avisarles a mis compañeras que llegaría tarde, pero cuando levanté la vista estaba en la puerta de la Facultad de Ciencias Sociales. ¿Qué acababa de pasar? ¿Estaba soñando? Hace dos segundos estaba en la Costera en quién sabe qué localidad del Conurbano.

Volví a mirar la hora: no había cambiado, todavía estaba a tiempo de rendir el final en el aula A. Pasó de nuevo: dejé de mirar el celular y estaba en la puerta del aula rodeada de estudiantes mientras una profesora pedía las libretas. Me quedé helada y las películas de ciencia ficción inundaron mi mente. ¿Acaso si pensaba en un lugar aparecía en él? Cerré los ojos y pensé en el bufet de la facultad. Los abrí y estaba rodeada de mesas con estudiantes estresadas repasando cuadernos de apuntes. ¿Ninguna me había visto aparecer de la nada?

No podía ser, era imposible. Volví a pensar en el aula A y regresé a la marea de estudiantes amontonadas que ya estaban terminando de entregar las libretas.

¿Alguna más? preguntó la mujer con una caja llena entre sus manos.

¡Yo! ¡Acá! Perdón, permiso… contesté desde el medio de la muchedumbre mientras avanzaba hacia ella y me olvidaba de la teletransportación por un momento.

Perfecto contestó al agarrar mi libreta En media hora empezamos a llamar por apellido en orden alfabético.

            Como era una de las últimas de la lista por apellidarme Ramirez tenía tiempo para un último repaso y para investigar mi nuevo… ¿superpoder? Pensaba en Marvel y sus superheroínas, pero no me lo terminaba de creer. Cerré los ojos y pensé en la biblioteca. En menos de un segundo aparecí al lado de una gran mesa de madera rodeada por seis sillas. En una de ellas estaba Maitena, mi mejor facuamiga. Se imaginarán lo boquiabierta que quedó.

¡Me viste! ¿Viste lo que hice? — le pregunté dándome cuenta de que era la primera persona que se sorprendía por verme aparecer de la nada en un lugar.

Acabas de… Acabas de… No estabas acá y… — respondió mientras abría y cerraba la boca intentando formular una oración completa.

Como nadie más me veía empecé a pensar que me estaba volviendo loca.

¿O sea que esto no te parece una locura?

Bueno, sí, pero también está piola, ¿no?

¿Y podes transportar personas con vos? Porque es obvio que podés llevar cosas porque sino aparecerías desnuda cada vez que viajas y sin embargo estás vestida y con la mochila en la espalda.

            Maitena tenía razón, no me había dado cuenta de que era capaz de llevar objetos conmigo y menos mal que podía. No quería ni pensar en la posibilidad de aparecer de la nada y desnuda por ahí.

La verdad todavía no probé transportar personas, estos poderes son… nuevos para mí. No testeé sus límites y sos la primera persona que puede verme aparecer. ¿Por qué?

¡No me preguntes a mí! ¡La que tiene poderes sos vos! — respondió mi facuamiga de una forma bastante efusiva.

¿Querés probarlos conmigo? — le pregunté desafiante — Tal vez el hecho de que solo vos me puedas ver signifique algo.

            Maitena miró su cuaderno pensativa por unos minutos y empezó a guardar sus útiles en la mochila.

¿Eso es un sí?

Si me voy a morir, ¿qué mejor manera que teletransportada por una superheroína novata? Además quiero ir al bar a comprar un Capitán del Espacio.

No soy una superheroína, no salvé a nadie todavía.

Bueno, te concedo la oportunidad de salvarme de morir de hambre — respondió mientras se ponía una mano en la frente de forma dramática.

Ya ya, dame la mano.

            Nos paramos una en frente de la otra y nos agarramos de las dos manos. Cerré los ojos y sin darnos tiempo para arrepentirnos empecé a pensar en el bar, pero en el último instante me distraje con la idea del Capitán del Espacio. Abrí los ojos y se me escapó una risa, estábamos frente a la fábrica de Capitanes del Espacio.

¡¡Valentina!! — me reprochó Maitena.

Bueno… ¿querías Capitán del Espacio o no? — bromeé.

No, eso no, onda sí es gracioso que estemos en Quilmes, pero me refiero a que ¡pudiste transportarnos! ¡Y a otra localidad!

Pude… ¡PUEDO TRANSPORTAR GENTE!

            Empezamos a celebrar dando pequeños saltos hasta que recordé el final, agarré a mi facuamiga sin avisarle, cerré los ojos y ahora sí pensé solo en el bar. Los abrí y estábamos de nuevo en Lomas de Zamora.

Lo volves a hacer sin avisar y te mato — me dijo Maitena mientras se agarraba la cabeza.

Perdón.

Mi panza empezó a emitir sonidos de hambre y me sentí débil. Recordé las bebidas energéticas y el café que había mezclado con privación del sueño. Tal vez ahí estaba la explicación. No creí que esa combinación fuera tan potente como unos rayos gamma o la picadura de una araña, pero no quedaba otra. ¿Qué otro factor me podría haber alterado biológicamente como para darme este tipo de poderes? Tomé nota mental de que podía hacer siete viajes sin alimentarme correctamente antes de sentirme débil.

 — Tomá, mientras estabas absorta en tus pensamientos compré mi Capitán del Espacio y algo para que comas  — me dijo Maitena sacándome de mi ensimismamiento y poniendo una ensalada de frutas y un paquete de galletitas en la mesa que teníamos más cerca.

— Todavía tenemos que repasar y dar el final — recordé en voz alta.

— A menos que también tengas supermemoria o algo así, sí, todavía tenemos que terminar de… ¡No! ¡No me mires así! ¿También tenés supermemoria?

— No lo sé, pero estaría copado. Dejame probar.

Me senté en la silla que tenía más cerca y me dispuse a leer mi cuaderno. Mi visión recorría cada hoja a una velocidad inhumana. En menos de quince minutos me había leído y memorizado las veinticinco páginas. Chequeé varias veces la hora para asegurarme de no estar loca. Agarré un texto de cincuenta páginas que era uno de los que más me costaba. Lo leí y memoricé en media hora. Podía recitar cada palabra que la autora había escrito. No era super útil porque no necesitaba saber cada palabra, pero no dejaba de asombrarme. Eso significaba que estaba lista para el final… para toda la carrera en realidad.

No es justo y no lo entiendo, ¿de repente te despertaste con poderes? Yo también quiero — se quejó mi facuamiga.

            Me encogí de hombros y elegí no contarle hasta investigar un poco más. Si se podían conseguir poderes tan fácilmente no debía ser la única, ¿por qué no había escuchado antes de más personas como yo? ¿Cómo podía empezar a buscarlas? 

Meses más tarde recordaría ese día como el nacimiento de la Capitana del Conurbano, una estudiante y trabajadora que adquirió poderes gracias a sus malos hábitos y que no pudo aprovechar sus capacidades solo para su beneficio. Sí, no resistí y me convertí en superheroína nocturna. Pero esa es otra historia en la que Maitena también estuvo involucrada. Por el momento, en la universidad nadie sabe que yo soy la vigilante conurbana de la que hablan en los medios locales y  mi mamá tampoco lo sospecha. Lo que sí saben es que no paro de sacarme buenas notas. 

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